jueves, 10 de diciembre de 2009

FILOSOFÍA Y ANTROPOSOFÍA

Por Equipo Redacción Biosophia

Cuando queremos conocer algo pretendemos que ese conocer esté basado en la realidad, no en la fantasía, o lo que es igual, que sea verdadero, no falso o engañoso. Ahora bien, ¿Cómo podemos estar seguros de que lo que conocemos es lo real y verídico, ya que sabemos que es algo que se nos ha enseñado y repetido hasta la saciedad desde pequeños y hemos asumido dócilmente?. Cuando accedemos a una línea de trabajo espiritual o de conocimiento, como es la Antroposofía, damos por supuesto que va a estar basado en la realidad y en la verdad. Desde el punto de vista de Steiner, su fundador, sería necesario replantearse en qué se cimientan esos conceptos de realidad y verdad para el ser humano de hoy día. En nuestros días, de acuerdo con los valores de competencia egóica que desde niños nos han imbuído, todos los hombres tendemos a creernos los más listos, que estamos en posesión de la verdad y que vivimos en posesión del conocimiento más amplio, profundo y omniabarcante, tal como nos lo quieren hacer creer todos los medios de comunicación y los estamentos institucionales, y...en general lo consiguen. Pero si asumimos con humildad nuestra realidad personal objetiva, sabremos que en el fondo no es así y entonces deberíamos plantearnos: ¿Cómo hemos llegado a la situación actual, en lo que tiene que ver con el conocimiento, en el verdadero sentido del término?.


El Pensamiento Filosófico



En tal sentido la Filosofía, como amor a la sabiduría y al conocimiento, es un arma maravillosa de acercamiento a la realidad existencial, y como tal herramienta científica de conocimiento humano tiene ya muchos siglos de existencia, en Occidente, existe desde hace unos 2700 años. Con anterioridad, el hombre, para establecer contacto con la realidad y la verdad, no necesitaba la filosofía, y por tanto no la usaba. El centro motriz de la Filosofía es el pensamiento, que es algo, tal como lo conocemos hoy, muy reciente en el tiempo. Con ella el ser humano empieza a usar el pensar, algo que antes se manifestaba como “alma humana” no atribuible al hombre como algo propio, sino algo parecido a como ahora se manifiesta un estado de ánimo, como puede ser la alegría o el enfado; no nos lo proponemos, pero lo tenemos, como una forma automática de manifestación anímica. Por Steiner sabemos que hasta el año 1000 A.C. lo que existía primordialmente en el alma del ser humano eran imágenes que percibía en función de los estímulos recibidos: templos, pirámides, obeliscos, ornamentaciones, etc. generaban impresiones en su alma que le hacían entrar en contacto con la realidad y la verdad: no comprendía aquello, sólo lo sentía; percibía imágenes no sensoriales que le hacían comportarse según la impresión recibida.




¿Cómo funciona el pensar en el ser humano, y en qué momento comienza a actuar?. Ya hemos visto que con la Filosofía surgen los primeros autores o creadores de formas de pensar (mas bien receptores, ya que realmente nadie crea nada, lo que todos hacemos es coger, captar ideas que básicamente son espirituales, no son propiedad de nadie). Y en esa dirección centrada en el desarrollo del pensar humano hemos de hacer una distinción entre una Filosofía pre-aristotélica y otra post-aristotélica, con una separación clara entre Sócrates/Platón y Aristóteles.




Podemos considerar a Platón (siglo V A.C.) como el último representante del pensar griego antiguo, como alguien que todavía vive las ideas, no piensa, elucubra o abstrae: vive y conoce las ideas al igual que nosotros percibimos con los sentidos. Para Platón las ideas tienen entidad propia, vienen de fuera y se manifiestan dentro de su alma (las llama arquetipos, simples o complejos). Cualquier percepción física/sensorial no es para él mas que un reflejo del mundo de las ideas o arquetípico (hoy diríamos mundo espiritual). Para saber la esencia o el significado de algo el hombre ha de remitirse a ese mundo ideal, que es el de la realidad generatriz.




Por su parte Aristóteles (384-322 A.C.) no niega el mundo de las ideas, admite que la esencia es lo que define al ser, pero que está unida inseparablemente a la materia, y por ello se interesa primordialmente por el mundo de las formas materiales. Percibe por primera vez la relación que existe entre los conceptos y los objetos físico-materiales y así se pueden comprender los fenómenos. Establece la posibilidad del pensar lógico, estableciendo las leyes, modos y formas del razonamiento humano. Dirigiendo la mirada del ser humano al mundo de las formas (materiales) extrae de ahí las ideas que se manifiestan en el mundo espiritual. El pensamiento lógico no era necesario ni posible antes de Aristóteles, siendo en ello un auténtico precursor del que la humanidad se ha beneficiado posteriormente. Incluso hoy día este tipo de pensamiento lógico solo es utilizado por una minoría de hombres.




En la Edad Media va a surgir la Escolástica, corriente teológico-filosófica predominante entre los siglos XI y XV y cuyo principal representante es Tomás de Aquino, en donde se establece el contacto con la realidad a través de conceptos como algo ideal (universalias), en tres formas o capacidades de manifestación: 1) el pensamiento en Dios (el arquetipo de Platón, como lo que vive en el universo); 2) el pensamiento de Dios manifestado (en la naturaleza) y 3) cuando el pensamiento de Dios manifestado es comprendido por el ser humano. El pensamiento ha pasado de la manifestación de lo divino a la manifestación en el mundo físico y a la comprensión en el ser humano.




Los escolásticos (ligados a la iglesia católica) ven un límite en el conocimiento que el ser humano no puede traspasar, y por ello se requiere la revelación: proceso que constata la innata incapacidad humana, que principalmente va a poner de relieve Nicolás de Cusa, con su “Docta Ignorancia”: la inteligencia del mundo es incapaz de poder comprender a Dios, la sabiduría divina.




Sus opositores van a ser los Nominalistas, con Abelardo y especialmente con Guillermo de Ockham (siglo XIV). Intentan demostrar que los conceptos no son realidades, solo palabras, solo son reales las personas que las pronuncian. El hombre no puede llegar a la esencia de las cosas, los conceptos e ideas son únicamente productos de su propio pensamiento. No niegan la existencia de un alma subjetiva, niegan lo universal como concepto/idea, que es elaboración de la mente humana. En esta corriente fundamentalmente Escéptica el valor de la idea se apaga.




En el Renacimiento surge la figura de Descartes (1596-1650) y la filosofía racionalista, que va a establecer la duda como método. Lo que se puede pensar se puede poner en duda, lo único cierto es que se duda. Y para dudar se necesita pensar (pienso, luego existo). El pensar es la confirmación de la existencia, no tiene nada que ver con ideas reales. Si pienso, el yo va implícito, solo se manifiesta la actividad del pensar. El pensar hace que yo exista.




Posteriormente, ya en el siglo XIX, como representante de la filosofía idealista tenemos a Fitche, quien se va a plantear que para poder pensar, antes hay que existir (como requisito previo al pensar). Pero, ¿Quién piensa?: yo; luego tomo conciencia de mi y realizo el curso de mi pensar; la llave de mi existencia y del mundo es el “yo”, no es el pensar como actividad, es el sujeto.




Hemos visto escuetamente como del hombre relacionado con los mundos espirituales se pasa al hombre completamente aislado, comprimido en si mismo, en su “yo”. En el siglo XX Sartre se plantea en su existencialismo: Yo no se lo que es el ser, el “yo”; solo importa el existir, el proyectarse en la existencia. Existo. No se quien soy, solo que existo. Si no me proyecto a la existencia no existo, no soy nada. Solo tomo conciencia de mi mismo en la manifestación de mi existencia. Solo me importa lo que puedo vivenciar, que es mi existencia.




Con esto hemos bajado del mundo del espíritu, de las imágenes con sentido, de los arquetipos, de las manifestaciones de los dioses, a la autoconciencia de la identidad personal, y luego, a la negación de la identidad personal, al mero existir. Las corrientes de pensamiento centradas intencionadamente en la materia son las que han tejido el cesto de la cultura del hombre actual, corrientes de pensamiento que se han escogido para que de ninguna manera hubiese el más mínimo atisbo de espiritualidad. Cabe preguntarnos el : ¿porqué esto ha sido así?.






Ciencia y Fe


Hasta el siglo XV en Occidente la Iglesia católica era la única que tutelaba y cuidaba del conocimiento universal. A partir de este siglo, con el renacimiento, una serie de sacerdotes y jerarquías eclesiásticas van a manifestar la posibilidad de estudiar la obra de Dios desde una nueva perspectiva: a través de los movimientos mecánicos de la Naturaleza, que son mensurables: se puede ver como funciona la obra de Dios, añadiendo una nueva forma o posibilidad de conocimiento al que ya se tenia en la antigüedad. Comienza el estudio de la naturaleza interna y externa del ser humano, interesándose por el ¿cómo? de las cosas: ¿cómo se manifiesta la realidad?. La Iglesia pronto va a percibir esta nueva forma de conocimiento como algo contrapuesto a la fe, condicionando los anhelos investigadores de los primeros científicos, algunos de los cuales ya sabemos terminaron en manos de la Inquisición, e incluso en la hoguera.




Tras estos graves enfrentamientos entre el impulso científico y el estamento clerical, en el transcurso del tiempo va a ser la liga científica la que va a salir triunfante. La consecuencia final será que el conocimiento, administrado por la Iglesia, va a ser trasvasado como patrimonio de la ciencia, lo cual no dejará de tener consecuencias fundamentales para la humanidad, como veremos. El conocimiento lo es si es “científico”. ¿Quién lo dice? Lo dice la ciencia y nadie lo contradice. La iglesia no va a poder negar que el conocimiento científico es real, y por ello solo va a poder apelar a la fe y sus dogmas. Con ello la gran mayoría de los seres humanos se liberan del yugo de la Iglesia, para depositar toda su confianza en el campo científico: de forma académica o filosófica ya nadie se va a atrever a decir a los científicos que se equivocan y que, al menos en parte, no es cierto lo que afirman.



En la actualidad la mayoría de las personas tenemos mucha credibilidad en la ciencia (tal como se nos ha imbuido desde pequeños), porque son los científicos los que han establecido cuales son las reglas para que el conocimiento sea real. Para que algo sea “científico” tiene que ser perceptible sensorialmente, cuantificable, empírico, y que los resultados que se obtengan puedan ser repetidos por cualquiera: eso, se considera, es conocimiento real objetivo, no subjetivo; si no es así, no puede ser objeto de conocimiento, no es que no sea real, sino que no puede ser conocido. En nuestros tiempos ya casi nadie afirma que es ateo (está mal visto), se es agnóstico; no se niega a Dios, sino que no se cree que la divinidad, si existe, se pueda conocer. Lo que no es científico no se puede conocer, son especulaciones o imaginaciones, no conocimiento.



Todas estas corrientes de pensamiento materialistas que hemos visto conducen a apoyar el método científico. Las corrientes idealistas han quedado como una especie de desperdicio del romanticismo, sin utilidad alguna, al contrario que la utilidad que se aplica a todo lo que figure con el marchamo de ”científico” (en la economía, en la psicología, etc.).




Hemos trasferido la fe, de los dogmas religiosos al conocimiento científico, al que damos credibilidad porque tampoco lo conocemos; no somos expertos y por eso lo dejamos en manos de las autoridades correspondientes. La forma de pensar que se nos ha trasmitido ha sido generada y elaborada de forma “científica”. El credo que se nos ha dado ha quedado al margen de la ciencia: conoce la realidad científica...y luego cree en lo que quieras; lo espiritual es incognoscible; lo moral, lo ético, lo trascendente no es serio, no es científico.




Esto es lo que la cultura nos ha dado en el siglo XIX y especialmente en el XX, cultura que se ha irradiado de Occidente a Oriente, en una expansión global epidémica l de materialismo en la que cada vez mayor número de personas creen que el espíritu o no existe, o no se puede conocer. La situación es grave. Tenemos que darnos cuenta de cómo en nuestra alma han anidado unas ideas que no son nuestras -no las hemos podido elaborar nosotros- sino ajenas, fundamentadas en unas filosofías encaminadas a que la ciencia sea la única que tenga la autoridad para legitimar lo que es verdadero o falso.





Immanuel Kant y Rudolf Steiner





Ya hemos visto que el ser humano no debería estar condicionado por nada; lo único que podría condicionarlo es la ignorancia, pero ésta es temporal y se puede curar. El problema es el estar dominado por un conocimiento que no se puede traspasar y al que se le otorga toda la fe. ¿Hasta que punto la cultura convencional nos ha condicionado?. Como personas tenemos que ver qué es el pensamiento, qué límites tiene y con qué se tiene que enfrentar, etc. Para ello vamos a comparar la fenomenología de I. Kant, considerado el pensador más influyente de la era moderna, en cuanto al conocimiento, con la de Rudolf Steiner, en su concepción de lo que es el pensar.




Todos los filósofos importantes han establecido alguna Teoría del Conocimiento (gnoseología o epistemología) basada en: ¿Cómo es el conocimiento en el ser humano y qué límites tiene?. En función de esto se han podido generar impulsos sociales y condicionar la vida de muchas personas. Comparando la Gnoseología de Kant, representativa del racionalismo (empirismo científico), con la de Steiner, y viendo en que se apoya cada uno, a partir de ahí podremos comprender mejor la Antroposofía o Ciencia Espiritual por él fundada.




Inmanuel Kant (1724-1804) encontró como modelo a la teoría científica y mecanicista de Newton. En su “Crítica de la razón pura” establece los límites del conocimiento humano: el conocimiento se reduce a lo dado como experiencia perceptiva. Lo dado es todo lo que tenemos a nuestro alrededor, cómo se manifiesta la Naturaleza y cómo la captamos a través de la percepción de nuestros sentidos, vista, oído, etc. Eso es la experiencia perceptiva, con la que la realidad se introduce en el ser humano. Esta experiencia, en principio, no tiene ningún sentido: todo lo que captamos de la naturaleza a través de nuestros sentidos es sensorialidad pura y sólo adquiere sentido cuando encontramos el concepto y lo unimos a la percepción. Entonces es cuando la realidad se manifiesta al hombre. El sujeto tiene que “rodear o girar en torno a lo cognoscible” para determinar las posibilidades de conocimiento, para ver la forma de penetrar en “la cosa en sí”, que es la esencia fundamental o núcleo central de cada ser, objeto o situación, el significado único (nosotros diríamos que la cosa en si, de Kant, es el Espíritu). Kant se pregunta si puede el conocimiento humano llegar a la esencia o la cosa en sí, o no puede, si existen límites al conocimiento.




Podemos dividir la realidad en dos: una realidad externa a nosotros –que vive en si misma- y otra, interna, que es la que penetra en nuestra alma –cuando la vivenciamos- . Cuando está en mi alma ya no es pura sensorialidad, ha generado una representación, que procede de la realidad física constituida por colores, sonidos, etc, a su vez formados por frecuencias, vibraciones, etc. Pero ya sabemos que el hombre capta sólo una parte de la realidad, en función de lo que supone su estructuración fisiológica (vista, oído, olfato, etc), y por ello la representación siempre va a ser subjetiva. Además, para Kant, existen otras limitaciones, como son el estado de ánimo, el carácter, etc. Luego la representación no solo depende de la calidad de la percepción, sino también del estado psicológico del sujeto, lo cual supone que la realidad sea filtrada y subjetivizada: deja de ser objetiva al introducirse en el ser humano. Por esto afirma Kant que es imposible para el hombre llegar al conocimiento de la cosa en sí, a la esencia o núcleo central de las cosas. En base a ello estructura los límites del conocimiento eliminando la “ilusión trascendental”; es ilusión porque niega que ese objeto de conocimiento pueda ser realmente cognoscible, y el pretender conocer todo lo trascendente es iluso. La aspiración humana al conocimiento absoluto es eliminada, no se puede obtener. La naturaleza del mundo real, en su esencia, la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, etc, no pueden, para Kant, ser conocidas.




Kant tampoco cree que las ideas formen parte de la realidad, solo nos sirven para regularla y entenderla. Para el la Metafísica tiene sentido, pero no puede probarse; la fe, para él, sustituye a la razón pura. En su obra de la “Crítica de la razón práctica” incluye toda una serie de elaboraciones ético-morales para posibilitar la vida social del hombre. Los juicios son solo posibles si la experiencia puede probarlos: es una justificación del empirismo (la experiencia como criterio de verdad en el conocimiento).




La ciencia natural se ha impregnado del pensamiento de Kant, que ha influido asimismo en todos los ámbitos de nuestra vida de forma inconsciente. Puede responsabilizarse a Kant del paso que se ha dado entre las personas que negaban la realidad de Dios (ateísmo propio de la cultura anterior al racionalismo) al agnosticismo, en el que se manifiesta que el ser humano no puede saber si existe Dios (negándose el poder conocer lo trascendente, no que no exista). La inmensa mayoría de las personas que niegan lo divino se declaran agnósticas, no ateas, lo cual está socialmente bien visto. La teoría del conocimiento de Kant ha sido superada en la actualidad, desde un punto de vista académico-filosófico, pero no en lo social, ya que los modelos culturales no siempre se corresponden con los últimos avances científico-filosóficos.




Al poder político-económico establecido a nivel mundial lo que le interesa es el desarrollo e implantación de una gnoseología para mantener la máxima docilidad en el pueblo. Para ello se necesita que la gente deposite su fe en algo que, sobre todo, limite su propia autonomía de pensamiento, dándole una educación cultural basada en ofrecer una imagen de uno mismo que anule su poder y trascendencia, desde unos patrones culturales apropiados. En este sentido Kant ha dado una justificación “racional” para el mantenimiento del Sistema establecido.






Para Rudolf Steiner fue importante el estudio que efectuó, aún en su juventud, de la teoría del conocimiento de Kant. Se planteaba la cuestión de: ¿Cómo se enfrentaba el hombre al mundo, como lo podía conocer y qué idea tenía de él?. Se dio cuenta de lo falso de los planteamientos kantianos, pero, mejor que contradecirlos, ante todo lo que quería era buscar alternativas a su teoría, preguntándose: ¿cómo se puede representar la realidad de una forma que el ser humano pueda comprender?. Para ello pensaba que lo mejor era a través de la filosofía, planteándose la cuestión: ¿qué relación tiene el hombre con la realidad?.




Parte en principio de la “experiencia”, que es algo que todos podemos compartir. Nos damos cuenta de la cantidad de cosas que nos rodean y a las que no prestamos atención. Si centramos nuestra atención en algo concreto, ello se convierte en el foco central; todo lo demás no importa. Hacemos uso de los sentidos y lo captamos interiormente. Vemos un objeto, que en principio no sabemos lo que es, pero inmediatamente apelamos a nuestra experiencia, y mediante el pensamiento, aplicamos el concepto.(por ej: planta).




En nosotros tenemos un montón de conceptos (mundo conceptual) que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida en función de la cultura que hayamos adquirido, de la experiencia personal, de la edad, etc. Nada de lo que vemos tiene sentido si no es porque inmediatamente se lo damos. No aguantamos ni una sola percepción sensorial sin contraponerle inmediatamente un concepto, sea verdadero o falso. Es algo que estamos haciendo todos miles de veces cada día, a lo largo de toda nuestra vida.




Steiner se pregunta: ¿Cuál es la capacidad de conocimiento del ser humano y porqué puede estar limitada?. Los sentidos físicos del hombre, por si solos, jamás le pueden informar de nada, necesitan unirse a los conceptos que les añade, que ya hemos visto ha aprendido o adquirido previamente, en base a los patrones culturales que tenga.




¿Cómo se nos manifiesta la realidad?: de una forma incompleta a través de la sensorialidad. Para que algo pueda ser objeto de mi conocimiento tiene que cruzarse en mi camino (confrontarse conmigo), y luego tengo que poner en marcha mi pensamiento y entonces puedo llegar a su comprensión. Para Steiner el pensamiento tiene que convertirse en un hecho de experiencia. Al igual que mis sentidos están interiorizando algo del mundo externo dentro de mí, el pensar tiene que traerme algo que no está en mí, a mi interior; tengo que experimentarlo como una percepción y luego elaborar un proceso cognoscitivo de comprensión. El pensamiento, que es algo que está en el mundo de las ideas (no de las percepciones sensoriales) se tiene que reunir en el interior del ser humano con el resultado de su sensorialidad.




Una cosa es valernos de nuestras experiencias anteriores, y otra distinta es integrar ideas nuevas en nosotros (lo cual es lo que puede posibilitar cualquier avance o descubrimiento del ser humano). Lo realmente importante es tener ideas que sean nuevas para nosotros, que podamos comprender de verdad; es algo que no nos va a venir del mundo sensorial, algo que vivenciamos y que antes no estaba en nosotros.




Steiner señala que, entre todos los hechos de la experiencia, el pensar es el único coherente en si mismo; por ejemplo “suave” está formado por la percepción táctil y el concepto: si hemos experimentado la suavidad, hemos experimentado un concepto. Lo que hay detrás de un concepto es una idea viva (como arquetipo), lo cual es una capacidad exclusiva del ser humano (experimentar la suavidad); sólo él puede comprender la realidad, tiene la capacidad de reunir conceptualmente los hechos y experiencias puras. Si yo contemplo el “pensamiento” como percepción puedo ver como se elabora y el resultado de esa actividad. Todos los hechos humanos no tienen sentido sin el pensar; sin él no se puede comprender la realidad. Si el hombre carece de la posibilidad del pensar desciende a un nivel animal o vegetal, a un estado patológico.




Para Steiner, el pensar nos informa de su propia esencia y de la esencia de la apariencia sensible. En el proceso de auto-conocimiento es recomendable el ver: ¿Cuántas cosas son las que yo he aprendido y con cuantas actúo como si fueran dogmas de fe porque creo en algo superior, aunque yo no haya hecho ninguna elaboración? en este caso eso no es una comprensión y mi conocimiento no será auténtico. El mundo conceptual del individuo tiene y debe ser coherente, algo que es fundamental para su salud psicológica. Las ideas, nos dice Steiner, son realidades que viven y se expresan en el yo humano, en la conciencia; cuando pensamos, tenemos ideas y alojamos en nosotros entidades suprasensibles reales.



Adoptar normas de comportamiento que nos han sido inculcadas por algún sabio o institución no tiene ningún valor (maestros, senderos, milagros, etc), es una absoluta degradación para el ser humano actual. El adscribirnos a alguna escuela espiritual no presupone el que vayamos a ser mejores, con el peligro de pasar a formar dependencias de otros, si no podemos ser nosotros mismos. Hay que partir de: ¿qué soy yo, como procedo y me relaciono con la realidad?. Yo soy un “yo” y debo desarrollar todas mis estructuras para ser autosuficiente, con la ayuda y la cooperación de mis congéneres, si ello es posible. Para eso necesito saber cómo soy y como funciono, lo cual exige necesariamente el saber como pienso.



El pensar capta un aspecto de la realidad que un ser, puramente sensorio, nunca llegaría a conocer. Únicamente con la percepción, sin el pensar, no podría conocer la realidad, no sería humano. El mundo, en base al pensar se va a trasformar, para bien o para mal. Si yo comprendo algo de la realidad es gracias al pensamiento. El pensamiento, como actividad, siempre debe ser activo y voluntario, ya que si no, es mero divagar o asociaciones de ideas, no es pensar. Y ya sabemos que realmente pensamos muy poco (nos pasamos todo el día dándole vueltas a las cosas, no pensando). Debe ser un acto lúcido, concreto, voluntario y objetivo para poder extraer las leyes del mundo conceptual al que pertenece.(Este aspecto del pensamiento es fundamental en la Gnoseología antroposófica).




Steiner distingue dos formas de pensar: como intelecto y como razón. El intelecto crea conceptos agudamente perfilados mediante una labor de análisis, separando las partes de un todo para analizarlas y juntarlas nuevamente; con ello se destruye la realidad, que funciona en su conjunto, no fragmentada. La razón hace lo contrario: compendia en un todo unificado los conceptos particulares mediante una labor de síntesis; ver como todas las partes de un todo se relacionan y funcionan conjuntamente. Puedo analizar, pero luego necesito hacer una labor de síntesis para poder ver la realidad completa. (Ya sabemos que la tendencia actual es el ir hacia una super-especialización en pedazos de la realidad, no de la totalidad). La ”idea” es el resultado de establecer la relación mutua entre la pluralidad de conceptos, trasformándose en estructuras mentales por medio de la razón.




Con respecto a la limitación de Kant, de lo que el ser humano no puede conocer, dice Steiner: Solo sería posible considerar que el conocimiento humano está limitado al mundo físico-sensible si fuera éste mundo el que determinase nuestro conocimiento. Pero es nuestro pensar el que se atiene a sus propias leyes. Si todo el conocimiento tiene su origen y fin en el mundo sensible, sería cierta la limitación de Kant. Pero, en el mundo real, el conocimiento no viene del mundo físico-sensible; de éste viene información sensorial, no conocimiento. La comprensión conceptual viene del mundo de las ideas, que no está limitada por el cuerpo físico ni por el mundo material.




Para Steiner, lo dado inmediato, lo que viene de fuera, es lo que aparece en el horizonte de la conciencia; en principio es caos indiferenciado, la experiencia en si misma no significa nada. Lo dado (percepciones, representaciones, sensaciones, etc) me viene sin mi actividad; luego hago la experiencia y la intuición conceptual la produzco con mi actividad de pensamiento. No hay nada, en general, que limite de forma absoluta el conocimiento humano, son las circunstancias particulares las que lo condicionan. La negación y limitación de esa realidad suprasensible que establece Kant no tiene sentido, teniendo en cuenta que el pensamiento, en si mismo, no tiene la menor limitación; está por encima de las limitaciones del mundo físico. El hombre tiene derecho a preguntarse por si mismo y sobre la realidad completa, y podrá obtener respuestas. Kant cierra la puerta al ser humano limitando su pensamiento, que es ilimitado, al mundo físico.



Contrariamente a lo que dice la ciencia y toda la cultura actual, no existe, teóricamente, limitación alguna al conocimiento en el ser humano.


La aprensión del mundo dado por medio de conceptos e ideas es comprensión de las cosas por el pensamiento; el pensamiento es pues el acto por cuyo intermedio se ejerce el conocimiento. El conocimiento no puede tener lugar mas que si el pensamiento ordena, por si mismo, el contenido de la imagen del mundo. El pensamiento, en si mismo, es un acto que produce su propio contenido en el momento del conocimiento; siempre que lo que es conocido provenga sólo del pensamiento no se plantea ningún problema al conocimiento: en este caso solo tenemos que observar, y la esencia de las cosas nos es inmediatamente dada.


No podemos dar el nombre de “realidad” mas que a la forma del contenido del mundo que es producida por el conocimiento y en la cual están unificados los dos aspectos de este contenido: lo dado y el concepto.


“Verdad y Ciencia”, R.Steiner






Realidad y Verdad



Vemos que Steiner nos dice que el conocimiento es elaborado realmente por el pensar, que es el que le da la esencia, y que la percepción, por si misma, no tiene ningún valor. Cualquier Gnoseología que de alguna forma condicione el conocimiento a la percepción del ser humano, a su fisiología, no puede ser correcta. El conocimiento, si es tal, va a provenir siempre del pensar, y de esta forma vamos a tener noticia de la realidad a través de conocer el contenido del mundo. Realidad y pensar tienen una estrecha relación.




En el estudio de la Antroposofía vamos a intentar acercarnos a la realidad. Todos tenemos una idea preconcebida de lo que es “realidad, verdad y conocer” en función de la elaboración de nuestra propia experiencia. Hemos visto que para Steiner el “pensar” es algo distinto a lo que solemos creer. Las asociaciones automáticas de ideas que nos vienen a la mente no tienen nada que ver con el pensar; es algo cotidiano que efectuamos durante horas y que nos hace creer que estamos pensando: son asociaciones en base a percepciones, palabras, ideas, etc., que van formando una cadena que no se sabe como acaba. Esto es diferente a un proceso en el cual tengo que ponerme a pensar en algo concreto y reflexionar sobre ello, eliminando los estímulos externos. Entonces el concepto en el que pienso me va a explicar qué es, se va a revelar la idea en mí. Todos los seres humanos tenemos esta capacidad, aunque pocas veces la usemos. Se trata de que la realidad se me revele tal como es, no tal como a mí me interese.




El pensamiento tiene que ser siempre activo y voluntario (tengo que ponerme a pensar conscientemente) y precedido por algún tipo de interés (a nadie se le va a revelar algo que no le importe). Con toda la atención y concentración en algo preciso que realmente tengamos interés en conocer podemos penetrar en una parte de la realidad. Para eso mi interés en modo alguno ha de ser egoísta: buscar el conocimiento por “amor a la verdad”, esperando con paciencia que se nos manifieste lo real y verdadero.




La Antroposofía nos enseña que podemos, a partir de nosotros mismos en un proceso de auto-conocimiento, aprender por nosotros mismos, no dependiendo tanto de lo que piensen otros, de los criterios ajenos, ni de los prejuicios anteriores. Podemos empezar a observar cómo es nuestro cuerpo y alma, cómo actuamos en la vida y reaccionamos ante las situaciones que se nos presentan, y eso nos va a facilitar la adquisición de conocimiento. Para eso necesitamos tener equilibrio.



Normalmente, cuando uno se acerca a una línea espiritual, no va a obtener por ello más equilibrio del que ya posea. No es un camino para personas desequilibradas, ya que puede ser peligroso en este caso por posibles problemas de esquizofrenia y disociación de la personalidad. Requiere la posesión de una justa auto-estima, sin complejos de inferioridad o superioridad, que no predomine el egoísmo y tener el suficiente coraje como para reconocer imperturbablemente todos los errores, defectos y vicios que se tengan (sin negarlos, ya que van a aflorar), sabiendo que es ahí donde se tiene que trabajar; conocer también las cualidades, capacidades y virtudes que se posean, siendo objetivo con uno mismo y con los demás. Primordial en el proceso de auto-conocimiento es la imparcialidad, la ecuanimidad y el desapego (con uno mismo, con nuestra ”importancia personal”). La información de otros más evolucionados en el camino espiritual nos puede ayudar, pero ineludiblemente cada uno tiene que hacer su propio trabajo, por muy erudito que sea. El hombre de la actualidad tiene esa capacidad de auto-conocimiento.




Hay un hecho significativo para nuestra civilización occidental: Cuando hablamos de realidad/conocimiento está implícito que se trata de occidente; hasta el siglo XX no era el mismo tipo de conocimiento el que se tenía en Sudamérica, África y Oriente que el que hoy tenemos en los cinco continentes. Occidente ha exportado su modelo a todo el mundo (globalización y tendencia hacia un pensamiento único, que es lo que el pensamiento nunca debería ser).






Cuerpo, Alma y Espíritu




Hasta el siglo XV, de forma absoluta, y hasta el XVIII, de forma relativa, la Iglesia Católica en Occidente ha acaparado el conocimiento, seguida después por el protestantismo. Nuestra relación con la realidad y el conocimiento ha estado condicionada por lo que nos ha sido trasmitido por todas las generaciones anteriores, a su vez educadas y condicionadas por las iglesias. En el concilio de Constantinopla del año 869 la Iglesia Católica toma una decisión, bastante desapercibida, que va a condicionar grandemente las vidas de los seres humanos: el hombre se compone de cuerpo y alma; se hace abolición del espíritu. El creer en el espíritu es una herejía.




El ser humano es fundamentalmente un ser de fe, necesita creer en algo, falso o verdadero, en la religión, en la ciencia, etc. Ahora bien, ¿se conoce suficientemente aquello en lo que se cree para poder comprenderlo o negarlo?: obviamente no. Ahora, en el siglo XXI nos consideramos cultos y educados y ya no creemos en lo teológico (está mal visto), creemos en la ciencia. La ciencia elabora una imagen de la realidad científica, empírica, demostrable, repetible, etc.




¿Conozco yo los parámetros de la ciencia actual para poder discutir, afirmar o negar el conocimiento científico?: no tengo ni idea, creo lo que me dicen los científicos, en lo que no comprendo, al igual que antes creía en los dogmas religiosos, que tampoco comprendía. He trasladado mi fe, que nacía de la ignorancia de la teología, a la fe que nace de la ignorancia de los procesos científicos básicos.




Al igual que hay especialistas en Teología que demuestran que los dogmas no tienen sentido, de forma absoluta, existen científicos que saben perfectamente que las presentaciones científicas no tienen base y fundamentación científica: para ser científicas necesitan estar demostradas empíricamente y la mayoría se basan en hipótesis, no demostradas. Y nosotros nos lo creemos todo, como seres supuestamente cultos e independientes.


Si soy creyente católico no puedo hablar de mi espíritu, solo de mi cuerpo y de mi alma. Hasta el siglo XVIII era una herejía hablar del espíritu, nos exponíamos a la hoguera o la Inquisición. Con la ciencia tampoco puedo hablar del alma (no existe), solo del cuerpo. Hablar con los científicos de alma no es una herejía, es una estupidez, quedo como un ignorante. Y si el modelo cultural patrocina que yo no tengo espíritu, mi espíritu no va a ejercer nunca conscientemente y los procesos anímicos tampoco serán tenidos en cuenta.




Vemos que se ha amputado el conocimiento de mi propia parte constitutiva trascendente como algo cognoscible. Como creencia religiosa puedo creerme todo, pero para conocer tengo que basarme en lo físico-material. Nuestra cultura es el gigantismo patológico de lo material y el raquitismo de cualquier parte trascendente del ser humano.



No deja de ser sorprendente que, en una época materialista en la que la ciencia no cree en el alma (la psique), exista una ciencia que se dedica a estudiar algo en lo que no cree, como es la Psicología.


Vemos como a partir del siglo XIX se establece en lo cultural la negación de la esencia más importante del ser humano y de todo el planeta (el espíritu), lo cual va a tener unas consecuencias atroces.




Si, tal como demuestra Steiner, no existe una limitación al conocimiento para el ser humano, la realidad completa (no una parte, sino toda), puede ser objeto de conocimiento, no como algo que se pueda hacer y completar en poco tiempo, sino como objetivo a alcanzar, como anhelo sin límite. Únicamente las teorías de conocimiento basadas en el materialismo establecen límites a ese conocimiento. Tenemos una realidad que necesita los sentidos físicos para ser percibida, y otra que necesita ser percibida por los suprasensibles (el primero de los cuales es el pensar, como ya hemos visto). Si yo me baso sólo en el mundo sensible, lo que tengo a mi disposición para percibir la realidad únicamente son las percepciones sensoriales (ver, oír, tocar, etc. objetos y cosas materiales), lo cual sólo es una parte de ella.





Percepciones y Cualidades




¿Qué relación tienen las percepciones físico-sensibles con las cualidades, por ej. de bondad, maldad, amor, pereza o egoísmo?. Sabemos que con un acto exclusivamente físiológico no podemos relacionarnos con ninguna cualidad: la percepción auditiva no tiene nada que ver con la bondad o la maldad, ni la vista miope con la pereza o el egoísmo. Si no aplicamos los conceptos todo se reduce a sensaciones, agradables o desagradables, según los diferentes estímulos sensoriales recibidos. Por ejemplo, el concepto “nobleza” no nos viene con ninguna percepción visual u olfativa, sino a través de una percepción suprasensible como arquetipo invisible e inaudible. Desde el punto de vista científico sólo existen las percepciones, no las cualidades (que no son mensurables en un laboratorio).




Somos seres sensoriales entre otros miles de millones de seres sensoriales en la Tierra, con los que convivimos. Si la realidad encuentra su explicación exclusivamente en la percepción sensorial, entonces el pensar sobraría. Si miramos algo, y el estímulo visual nos explica la esencia de ese algo, la percepción nos informaría a todos por igual, a los seres racionales e irracionales, y ya sabemos que no es así: la experiencia perceptiva, en si misma, informa de manera incompleta de la realidad. Para completar la información de la realidad se requiere unirla al pensamiento. Todo lo cualitativo-suprasensible nos informa mucho mejor de la realidad que las percepciones sensibles, aunque para la ciencia no existan, y son las que van realmente a condicionar y dirigir nuestra vida. Cuando contactamos a una persona, por ejemplo, nos es mucho más valioso conocer si es bondadosa y tiene buen carácter, que saber su talla y peso.



Todos tenemos desarrollado el órgano de percepción suprasensible que nos permite apreciar las cualidades y poder ver la realidad completa, y además comprenderla: es el pensar. Depende de la sensibilidad de cada uno, de la calidad de su pensamiento, el que la realidad que captemos sea mas o menos rica y completa (por ej. un pensar poético o cultivado).




Podemos ver que el ser humano posee dos estructuras diferentes: una le sirve para relacionarse con lo sensible ( el alma), y otra para hacerlo con lo suprasensible (el Espíritu). La enorme esfera conceptual que todos tenemos da sentido a nuestra vida, tanto en los aspectos materiales como en los que no lo son. Podemos apreciar como en la actual cultura materialista el pensar está mucho mas focalizado en la parte físico-material que en la suprasensible.






Acceder a la Verdad




Steiner nos dice: “ del alma no deformada surge el sentimiento de acceder a la verdad”. Todos hemos estado sometidos a una educación desde pequeños, buena o mala; no solo académica sino también en nuestra relación con los demás y con el mundo. El alma “no deformada” sería la que funciona por si misma, sin haber sido sometida desde la infancia a una educación fundamentada, casi en exclusiva, en los dogmas culturales materialistas. Tendría entonces una necesidad natural por buscar el conocimiento y acceder a la Verdad.


La “verdad” estructurada por nuestros modelos “oficiales” no nos satisface plenamente y entonces tenemos la necesidad de buscar el conocimiento, penetrando un poco mas para ver si la realidad tiene algo mas que ofrecernos. La realidad es el entorno en el que se nos muestra la Verdad como manifestación cósmica en lo sensible y en lo suprasensible (completa, holística). Cada uno se relaciona con ella de forma distinta, en función de su nivel cultural, mental, anímico y espiritual. La única verdad que, en la mayoría de los casos se nos ha presentado, es la que corresponde a la realidad natural-sensible, al plano físico-material, que no es completa, al margen de los dogmas religiosos en los que ya muy pocos creen.




Nadie puede afirmar que tiene la verdad absoluta. La enorme amplitud del horizonte de la realidad sólo nos permite conocer una ínfima parte de ella, lo cual nos hace a su vez comprender su inmensidad. Queremos empezar a relacionarnos con una pequeña parte de la Verdad. ¿Como nos podemos poner de acuerdo para que algunas verdades puedan ser comprendidas por todos, que sean universales?. Al igual que otras facetas del conocimiento la Antroposófica intenta ir presentando una pequeña parte de la verdad a fin de que podamos irla comprendiendo por nosotros mismos, con nuestras propias fuerzas. Habrá una parte de la realidad con la que nos sintamos mas identificados, y otra que nos será mas difícil de comprender.





La Experiencia Suprasensible



¿Existe alguna limitación al conocimiento?. Ya hemos visto que el ser humano tiene la capacidad de percibir lo sensorial, y también lo suprasensible, luego, en teoría, todo el conocimiento puede ser alcanzado. Nuestra cultura materialista no lo considera posible. No se trata de conocer el mundo material y creer en lo espiritual, sino que también puede conocer y comprender a este último, porque tiene el pensar como órgano de percepción suprasensible. Ya hemos visto la importancia que se da en la Antroposofía al pensamiento como punto de partida para el conocimiento espiritual.



El alma humana necesita una serie de requisitos para acompañar al pensamiento en la percepción suprasensible, como son la capacidad de asombro, la veneración por algo superior, la entrega, la carencia de importancia personal, etc. Tanto la ciencia natural como la ciencia espiritual (Antroposofía) requieren de objetividad. Como estudiantes de lo espiritual necesitamos acercarnos a todos los aspectos suprasensibles de la vida, desde la estructura del cuerpo a la del cosmos, con objetividad; lograrlo no es tan fácil como en la ciencia natural: el pensamiento puede verse interferido fuertemente por los propios sentimientos y afectos, por los miedos y temores, etc. Hace hincapié Steiner en que en el estudio esotérico de cómo son los sentimientos, de la calidad de los pensamientos, y cómo son las decisiones y porqué se toman, etc, la actuación debe ser igual a la de un investigador en su laboratorio, con igual objetividad y desapego (desligándose de los sentimientos ).



La investigación en el mundo espiritual es un trabajo difícil, paciente y laborioso propio de iniciados, como es el del propio Rudolf Steiner. Ahora bien, el fruto del trabajo de un iniciado, cuando está debidamente adaptado al pensamiento propio de nuestra época, es perfectamente comprensible y asumible por cualquier persona sana (no contaminada excesivamente de materialismo), libre de prejuicios y con objetividad y desapego cognoscitivo. El trabajo esotérico requiere el hacerlo por amor a la verdad, no por amor al ego. Es importante saber que se está haciendo un esfuerzo por acercarse a la verdad en un proceso que puede ser doloroso o agradable, debiéndose asumir el poder ver, poco a poco, toda la luz en su esplendor, pero también toda la oscuridad que se pueda soportar y comprender según el grado de preparación que se tenga..





El camino del Espíritu




En el camino espiritual la finalidad siempre ha de ser la búsqueda de la verdad a través del amor, que tiene que estar unido a la sabiduría. Si comprendemos esto también podemos comprender la importancia que otorga la Antroposofía al estudio de la verdad por amor a esa verdad, no para la obtención de algún beneficio. Tenemos que entender que, si hay una realidad suprasensible detrás de cada objeto, y si es con el pensamiento con el que podemos aprehender dicha realidad, también cada palabra, acción y gesto que hagamos tiene un eco suprasensible. Simplemente por existir ya estamos repercutiendo en la realidad y mayormente lo hacemos con nuestra actitud, carácter e intereses. Si somos conscientes de este proceso, de las consecuencias de nuestros actos, se va a incrementar considerablemente nuestro sentido de la responsabilidad . Ello nos va a complicar bastante la vida: nos va a obligar a elegir.



Cuando uno se ha introducido en una línea espiritual, eso va a requerir, ante todo, un compromiso personal, siempre con uno mismo, no con ningún tipo de institución ni grupos humanos. La información que en ese camino espiritual adquiramos la tenemos que reconstruir, pasándola por el tamiz de nuestro conocimiento, sentido común y experiencia. Y eso va, poco a poco, a ir produciendo un efecto en nuestra interioridad que nos puede producir una simpatía con lo que ya tenemos, o una confrontación (que puede ser dolorosa) que nos obligue a tomar una decisión, entre lo que creíamos y lo que nos llega como nuevo, cuestionándonos aspectos de nuestra vida que posiblemente no podamos soportar.



En cualquier camino de desarrollo espiritual serio habremos de tomar decisiones que requieran coraje, valor y, sobre todo, desapego (a la importancia personal), en un trabajo necesario de auto-conocimiento que nos hace plantearnos: ¿Cómo soy realmente?, ¿qué es lo que me hace sentir feliz, cobarde, desgraciado o protegido?, ¿cómo actúa el mundo exterior en mi mundo interior?, ¿cómo puedo reconocer en mi interior los procesos anímicos que estoy estudiando desde fuera?, etc,etc.




Si estamos psicológicamente sanos aceptaremos cómo somos realmente, sin negar nuestros aspectos problemáticos ocultándolos en el inconsciente. En el trabajo espiritual necesariamente nuestra parte consciente tiene que asumir y aceptar como somos, reconociendo y soportando toda la parte negativa de uno mismo. Ello requiere ecuanimidad, equilibrio anímico, anhelo por relacionarse con la verdad y una actitud no egoísta.





La Realidad Dual




La realidad, en principio, es algo indiviso (constituye un todo), pero para nosotros se nos aparece como “dual”, se nos manifiesta dividida. En nuestra época nos consideramos a nosotros mismos como sujetos frente al mundo, y todo lo que no es sujeto (como “yo”), es objeto. El sujeto es el hombre, y todo lo demás, incluido el propio cuerpo físico, constituye un mundo desconocido, y por ello surge la necesidad de conocer.



Mediante tres procesos nos ponemos en relación con la realidad: la percepción, el sentimiento y el pensamiento, aplicables al hombre común en su vida cotidiana. ¿Qué relación hay entre el ser humano, (su percepción, sentimiento y pensamiento) con ese mundo desconocido?. La percepción y el sentimiento son subjetivos e involuntarios: vienen de fuera y se introducen en el hombre sin que él los pueda normalmente elegir, haciendo que parte de ese mundo desconocido se introduzca en su interior. Estos procesos de percepción y sentimiento son subjetivos e involuntarios. Las percepciones normalmente no las podemos escoger: olemos lo que nos viene, vemos lo que se nos presenta delante de los ojos, etc. Con el sentimiento pasa igual: se produce en mi interior, de forma inmediata e involuntaria por algo que me viene de fuera; (por ej, si contactamos con alguien primero tenemos una percepción visual, que luego puede ser olorosa, táctil, etc.) Esas percepciones sensoriales me van a crear un sentimiento agradable o desagradable, que yo no lo genero. Se producen por el cruce entre el resultado de las percepciones y los valores y forma de pensar que yo tenga, en función de mi cultura, educación, edad, etc. Son sentimientos personales muy potentes que inmediatamente se manifiestan en nosotros como consecuencia de algo que genera el mundo exterior, haciéndonos actuar de forma mas o menos controlada e incluso totalmente descontrolada (“no se lo que he hecho, estaba fuera de mí”, etc.). Es algo que no produce el “yo”, va a depender del cuerpo astral (emocional). No hay un planteamiento reflexivo inmediato, hay algo que me arrastra y que no tiene que ver con mi individualidad.



El proceso del pensar es lo contrario: lo produzco yo ( ya hemos visto que pensar no es hacer elucubraciones mentales o asociaciones automáticas de ideas ), sino que como actividad suprasensible ha de ser algo voluntario (nos lo tenemos que proponer).





El auto-engaño




En el camino espiritual tenemos que ser conscientes del enorme poder que puede tener el auto-engaño. Siempre es un sustituto del equilibrio anímico: todos necesitamos un mínimo de estabilidad anímica para vivir, pero ¿tenemos la suficiente fortaleza para querer percibir la realidad y comprenderla?. Se puede ser capaz de auto-engañarse y no ver lo negativo y desagradable que tenemos al lado, durante años; se niega y abstrae, no existe, y por tanto no nos afecta la realidad que no queremos ver. Así se puede vivir cómodamente, pero eso no tiene nada que ver con el amor a la verdad.



Si yo no soy estúpido, no puedo ser feliz en este mundo, porque por poco que piense en la situación de la humanidad en general, el sufrimiento existente en amplias capas de la población, en la estructuración político-económica, etc. no puedo estar satisfecho, por muy bien que a mí me vaya la vida. Como ser humano necesito mis elementos compensatorios para poder vivir, pero siempre sabré distinguir entre mi vida y la no negación del dolor de otros seres humanos y la injusticia, opresión o tortura. También necesito conocer la fuerza del bien y creer en ella, con esperanza.



Si no hago un proceso de penetración y desarrollo en la realidad, por mi mismo, siempre voy a estar generando dependencias de otras personas, organizaciones, opiniones o doctrinas, porque no soportaré mi vida: siempre voy a necesitar algo a lo que agarrarme, verdadero o falso. Si hago este proceso será mi primer escalón en el desarrollo espiritual y podré ir mirando al mundo de una forma equilibrada.





Auto-conocimiento




Si mi pensar no lo sé desarrollar, va a ser el sentimiento el protagonista de mi vida (fluctuante, sin control ni equilibrio). Si hago un trabajo de auto-conocimiento podré poner un poco de orden en mi vida, ya no iré dando bandazos y podré ser dueño de ella, aunque sea en una pequeña medida. Mi libertad, (no la que me otorguen otros, sino la mía interior) solo puede ser desarrollada en el campo del pensar.



Cuando estamos sobrecogidos por un sentimiento, de placer o dolor, es difícil que el pensar actúe; después del proceso podemos reflexionar y darnos cuenta de lo que nos ha pasado. Si no es así, el sentimiento puede ser como una borrachera anímica que nos impide pensar (que necesita paz, quietud y que acalle el sentir), ya que el sentimiento tiene mucha mas fuerza que el pensar en la vida convencional, especialmente en las mujeres. En general las decisiones se toman desde el sentimiento, pero todos tenemos la capacidad de poder recapacitar, a posteriori, sobre lo acontecido y corregir los errores cometidos.



El pensamiento suele ser egoísta (todo se relaciona con uno mismo y se usa para conseguir o evitar algo). El hombre, normalmente, puede pensar y ser libre en su desarrollo, lo cual se manifiesta en la comprensión y relación de ese proceso con las leyes naturales. En la Antroposofía se tratan no solo las leyes naturales sino también las supra-naturales: la constatación de que el hombre ha llegado a la esencia del significado de una cosa es que comprende las leyes que rigen esa cosa, tanto las materiales como las supra-materiales, y ello requiere del pensamiento. Según Steiner, (en su Filosofía de la Libertad, o de la Actividad Espiritual) con el pensamiento puro se puede llegar a comprender el funcionamiento de las leyes de todo el Cosmos, algo que el hombre, en su momento, podrá hacer.



Si yo comprendo mis pensamientos y veo los que son útiles (no asociativos ni automáticos) podré saber como se desarrollan y se producen los sentimientos en mí. Puedo comprender que, pesar de toda la complejidad de mi vida personal, hay un aspecto en ella en donde puedo desarrollar mi libertad (aunque esté encarcelado), y nadie puede intervenir en ello: puede ser el principio de una pequeña liberación personal y el camino en busca de la realidad.

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