domingo, 11 de abril de 2010

La formación del Nuevo Testamento fue una obra de cuidadosa selección y un acto de política eclesiástica (402-4)

Seguimos con el tema general: “El Nuevo Testamento visto por un filólogo”: IV B.

Dos de las grandes divisiones del cristianismo que describimos a vista de pájaro en la nota de ayer perecieron rápidamente por la potencia de arrastre destructivo de la historia:

A. El judeocristianismo tenía poco que ofrecer al Imperio romano (¡un mesías demasiado judío!), como dijimos, y además pereció arrastrado por los desastres del judaísmo como resultado de los dos Grandes Revueltas contra Roma en los siglos I y II (años 70 y 135): los judíos fueron casi todos expulsados de Israel, y quedaron esparcidos y semi aniquilados. Con ellos pereció también el judeocristianismo: hacia el siglo VI d.C. apenas quedaba nada de él.

B. Los gnósticos desaparecen por sí solos entre los siglos IV y V, por falta de "público": era una religión muy filosófica, con un complejísimo entramado mítico-filosófico-platónico que explicaba a Dios y los Primero Principios de un modo muy confuso.

Además se autoexcluyeron de la gran religión al considerarse receptores de una revelación especial destinada a que se salvasen sólo unos pocos. A partir del siglo VI d.C. quedaban escasísimos grupos, aunque han subsistido hasta hoy en grupúsculos minúsculos (por ejemplo, gnósticos “New Age”) y a lo largo de la historia en otras religiones con mezcla de gnosticismo como el maniqueísmo, los bogomilos y el catarismo, por ejemplo.

Pues bien, volviendo la vista atrás entre el 15-y el 200 d.C. el filólogo está persuadido que la formación de la lista actual de libros sagrados del Nuevo Testamento fue un acto deliberado de política eclesiástica, fundamentalmente de las iglesias paulinas –aunque no nos haya quedado ningún documento que deje constancia de ello- ya que la observación del contenido de la lista deja entrever varios actos de fuerza: se eligió un tipo de cristianismo mayoritario aunque plural, que eliminaba los cristianismos algo “estridentes”, los judeocristianismo y los gnósticos como hemos ya visto, que no encajaban bien con las aspiraciones generales de los deseosos de la salvación en el ámbito del Imperio romano

La Gran Iglesia forzó un canon complicado de cuatro Evangelios en vez de uno solo; se eliminaron otros muchos evangelios que podían tener a priori fundamentos para ser aceptados como el Evangelio de Pedro, el de Tomás o el los Nazarenos (no en su estado actual, manipulado después de la formación del canon, sino en el que suponemos primitivo); se dividió en dos partes una obra única: Evangelio de Lucas y Hechos de los apóstoles; quedaron barridos todos los escritos de talante claramente gnóstico. De hecho se eliminaron todos los evangelios que no pertenecían a una concepción paulina básica (el significado de la muerte y resurrección de Jesús): tanto los gnósticos, como los judeocristianos, como los de factura demasiado tardía y fantasiosos.

La formación de la lista deja entrever también un proceso de negociación para admitir en ella obras de tendencias muy diversas dentro de la Gran Iglesia de cuño esencialmente paulino:

• cartas de Pablo y sus discípulos;

• escritos judeocristianos de tendencias muy opuestas al Apóstol como el Evangelio de Mateo, la Epístola de Santiago o el Apocalipsis; pero que eran en parte asimilables por el paulinismo porque aceptaban la divinidad de Jesús y el significado del sacrificio de la cruz como sacrificio expiatorio en sustitución del género humano y como eliminador del pecado.

• un Evangelio, el de Juan, que pretende positivamente superar y enmendar la plana a los otros tres.

Fue, por tanto, la formación del Canon una obra de consenso. Además se intentó con el canon un cierto equilibrio entre las tendencias del bloque mayoritario:

frente al gran bloque de cartas paulinas (7 + 7, incluido hebreos) se admitió otro bloque de 7 cartas que compensara su influencia = tres cartas “católicas” atribuidas a las tres columnas de la Iglesia de Jerusalén: Santiago-Judas (2), Pedro (2) y Juan (3); más un Apocalipsis, que es muy judío pero que tiene una teología de la cruz esencialmente paulina y que contiene 7 cartas a siete iglesias en contrapeso a las cartas paulinas); frente al bloque de los Evangelios Sinópticos se admitió el Evangelio espiritual o místico de Juan.

Quedó así:

• un bloque compacto de teología paulina (que contiene y acepta, al menos superficialmente, una parte del ideario gnóstico) :

• un bloque mínimo pero levemente compensador que acepta teología judeocristiana

• un Apocalipsis que es muy judío y a la vez paulino en su teología esencial


A la vez se cumplían las reglas de una cierta numerología –a la cual eran muy aficionados los judíos y los cristianos de la época:

• 4 Evangelios = los cuatro puntos cardinales = simbólicamente, toda la tierra (los “Hechos de los apóstoles

• 7 cartas auténticas de Pablo

• 7 cartas pensadas como pertenecientes a una segunda parte de la de Pablo, pero escritas en verdad por sus discípulos

• 7 cartas de otros apóstoles importantes Santiago/Judas; Pedro y Juan.

• 7 cartas contenidas en un Apocalipsis, el de Juan.

Como se ve algo muy elaborado, en nada casual y que para mí es el producto de un pacto de las iglesias paulinas que eran las más importantes entre el 150-200 d.C. que es cuando se ponen los fundamentos básicos de este canon, que cambiará muy poco. Al principio, la numerologioa no cuadraba perfectamente, aunque se intentó. Pero en los siglos posteriores se hicieron cuadrar los números.


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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